Milagro en la Cruz Verde

Una imagen de la Virgen Inmaculada que se movía milagrosamente

El 22 de mayo de 1986, la noticia de un supuesto milagro en la Cruz Verde se difundió rápidamente por la comunidad y los medios de prensa, despertando gran interés y expectativa entre los vecinos y fieles. La historia ocurrió en una humilde vivienda del barrio, en el corralón de Los Gallos, donde residía Isabel Fuertes, una mujer de sesenta y dos años, conocida por su fe profunda y su devoción a la Virgen. En su hogar conservaba una reproducción de la imagen de la Inmaculada Concepción, que había pertenecido a su tatarabuela, una pieza que, para ella, representaba muchas generaciones de fe y tradición familiar. La reproducción mostraba un busto de la Purísima, según el estilo y el modelo de Murillo, cuidadosamente protegida por un cristal para preservar la integridad de la imagen. 

Según contó Isabel, ese día, experimentaba un fuerte dolor de cabeza, por lo que decidió dirigirse a la habitación donde se encontraba la imagen para pedirle a la Virgen que no enfermara ella misma, ya que su esposo había sufrido una trombosis severa y nadie podía cuidarle en ese momento. En ese acto de fe, y en medio de su angustia, ocurrió algo inesperado: la imagen movió las pupilas y entreabrió sus manos en actitud orante, una escena que sorprendió tanto a Isabel como a quienes estaban presentes en ese momento. La mujer comenzó a gritar y a llamar a sus vecinos, alertando sobre lo ocurrido, lo que generó una gran conmoción en el pequeño domicilio. 

A partir de ese momento, la antigua vivienda se convirtió rápidamente en un lugar de peregrinación, ya que numerosos vecinos de la Cruz Verde y de otras zonas cercanas acudieron con la esperanza de presenciar la milagrosa visión. Personas de diferentes edades, algunos creyentes y otros simplemente curiosos, llegaban día tras día para contemplar la imagen, que parecía cobrar vida bajo la cristalera, alimentando las creencias y las esperanzas de una comunidad sencilla pero apasionada por su fe religiosa. 

El párroco del barrio en ese entonces, el padre José Luis Cacho, se mostró prudente y cauteloso ante la situación, declarando que el hecho podía ser interpretado tanto como un fenómeno psicológico como religioso, y prefirió no emitir juicios definitivos. Sin embargo, con el paso de los días, no faltaron quienes afirmaron haber visto cómo la imagen había movido también el pelo y el cuello, testimonios que aumentaron la incredulidad y las dudas sobre si lo ocurrido era un simple fenómeno óptico o algo más profundo y espiritual. Este suceso, además de fortalecer la fe de muchos, generó un debate entre los creyentes y escépticos, sobre la verdadera naturaleza de estos actos y la posible existencia de milagros en la cotidianeidad de una comunidad humilde, cuya devoción hacia la Virgen seguía viva y en constante expresión a través de historias como esta, que permanecen vivas en la memoria colectiva del barrio.

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